
Conozco el sufrimiento y por eso quiero acompañarte en tus momentos de dolor…
He llorado, como tú, por eso puedo entender tus lágrimas… permíteme consolarte…
He padecido –como tú- angustias, desesperación y la impotencia de no saber que hacer en más de una ocasión, por eso puedo comprenderte y no me es ajena tu aflicción…
Permíteme decirte que conozco el dolor en toda su dimensión, que como humana que fui yo también sentí temor, soledad, tristeza, enfermedad…
Permíteme decirte que gracias a esos momentos difíciles conozco el amor en toda su magnitud, que la gracia y la virtud se fortalecen si las penas se ofrecen.
He gozado –como tú- alegrías; he disfrutado buenos momentos; como tú también he sonreído y vivido en beneplácito por las bondades de Dios padre…
Escucha, hijo mío yo de ti ni un solo instante me he apartado… estoy en tu alma, en tu espíritu, acompañándote en silencio.
Tú quizás no te hayas percatado…
Estoy intercediendo desde los tiempos de mi Hijo Jesús que con su cruz dio a la humanidad un sentido espiritual para enseñarles que la carne y el cuerpo son temporales, y que sólo el espíritu es perdurable.
Así que, si hoy estás sufriendo algún dolor, no temas, que nunca te he dejado solo; sí estás sintiendo tristeza, es para fortaleza. Acércate a mí que como madre quiero darte un rayo de luz.
Más aún cuando sientas felicidad, plenitud y gozo, mira mi rostro después del calvario y la muerte, ya que por sobre todas las cosas el amor nos ha resucitado.
¡He aquí que soy tu Madre! Porque lo que hice por mi Hijo Jesús lo hago llena de gozo hoy también por ti, mi hijo bien amado.
María


Gracias Madre por todo lo que me concedes
ResponderEliminar